Hoy estuve con María durante las visitas familiares por la mañana. Ella estaba tan hermosa, radiante. Me sentí mejor al poder hablar más que durante las visitas anteriores. Extraño con todo mi ser a ella y a mis hijos a diario. Hablamos un largo rato sobre nuestros hijos, me contó que ellos me extrañan. Siempre están preguntando cuando volveré a casa. Le dije que no quiero que lo que los traiga acá y que me vean así.
Le conté que me estoy sintiendo un poco mejor que al principio. Tengo ganas de irme apenas me den el alta, aunque no sé cuando va a llegar ese momento. No se lo dije, pero temo no poder aguantar estar más tiempo en este lugar. Cuando me habla de mis hijos tengo ganas de salir corriendo por la puerta principal, gritando que esto es inútil, que nunca estaré mejor y escapar delante de todos para ir a estar con las únicas personas que son importantes en mi vida.
El horario de visitas se acabó y llegó la hora de separarnos. Le pregunté por su trabajo. Si estaba pudiendo con los gastos de la casa. Teníamos unos ahorros que seguro se irán por el caño, debido a que yo me quedé sin trabajo antes de entrar acá. La empresa en la que estaba trabajando quedó fuera del negocio y debió cerrar. Esa fue una de las causas que pueden haberme arrastrado a sufrir el ataque de pánico.
Ella se levantó de la mesa en la sala de visitas, donde había otras tantas personas en la misma situación que nosotros. Nos dimos un gran abrazo y nos besamos mientras derramamos algunas lágrimas. Se despidió diciéndome que tenga paciencia, que yo puedo superar todo esto y salir de acá. Me deja pensando en esa frase, la misma que recordé hace algunas semanas, la que me dijo la noche cuando llegué. La que ella sigue repitiendo, pero yo no logro creer.
Más tarde me toca terapia. Entro a la sala y Alicia me recibe con su usual sonrisa.
—Buenos tardes Julián. ¿Cómo estás hoy?
—Hola Alicia. Un tanto triste. Hoy estuve con María durante las visitas y me duele estar lejos de mi familia.
—Me lo imagino Julián. No es algo agradable de experimentar. Sin embargo, pensá que tenés a varias personas que te esperan afuera. A la mayoría de los que están acá, no hay nadie que los espere fuera de estas paredes.
—Si. En eso tenés razón Alicia.
—Además te vi en el comedor desayunando y almorzando con Martín en varias oportunidades. Parece que se han hecho buenos amigos.
—Hemos congeniado. Me siento muy bien con él.
—Me alegro por los dos. No es nada fácil hacer amigos acá. Algunos pacientes no pueden interactuar entre sí por la gravedad de su enfermedad. Es bueno ver cuando algunos lo logran como tú y Martín. Ahora por favor contame cómo llevas los ejercicios de escritura por la mañana.
—No ha sido fácil. Lo intenté por primera vez al otro día de que me lo propusiste. Apenas me desperté, aunque no lo logré. Pasaron varios días de intentar, hasta que pude hacerme a la idea de escribir en ese momento. Noté que de a poco comenzó a dar resultado. Lo estoy haciendo casi todos los días. No siempre llego a diez o quince minutos. A veces ni siquiera miro el tiempo que llevo haciéndolo. Escribo hasta que me aburro o hasta que quedo satisfecho y eso solo pasa en los días en que logró engancharme.
—Eso es un logro y te felicito. Noto como te has esforzado para estar mejor. Recuerdo que los primeros días apenas hablabas y se te veía muy deprimido.
—Me noto con más ganas de salir de la habitación. Estoy comiendo casi todas las comidas en el comedor. Paseo a diario por el parque y leo en mi cama por las noches.
—Se nota que está comenzando a hacerte efecto la medicación que has recibido desde que llegaste. Entonces vamos a mantener las mismas dosis y a seguir con los ejercicios. ¿Hay algo más qué me quieras contar?
—Si hay algo. En las noches luego de leer y apagar la luz, a veces me encuentro recordando momentos de mi niñez. Algunos que creí olvidados y que me sorprenden apareciéndose de la nada.
—Entiendo Julián. Es entendible al estar en un lugar extraño, lejos de todo lo que querés y conocés. No todos reaccionan de la misma manera a esas condiciones. La tuya es buscando un escape por medio de los recuerdos de la niñez.
Ella me mira sonriente. Luego observa atenta las notas en su cuaderno. Es uno tamaño oficio con espiral. Mientras, yo no puedo evitar pensar en las primeras cesiones, las de los primeros días, cuando me sentía peor.
Recuerdo las primeras charlas con Alicia cuando me explicó que seguro yo sentía una gran negación al estar acá. Y me explicó que eso se manifestaba en como me expresaba, en lo poco que hablaba, en todo lo que omitía. Me resistía a aceptar el hecho de estar acá, eso me daba vergüenza, una que no debería haber sentido.
Me explicaba que mientras antes aceptara mi condición, antes podría comenzar a revertirla. Que la voluntad es esencial para generar cualquier cambio. Yo debía querer hacerlo. Nadie más podría hacerlo por mí.
De a poco, sesión a sesión, logré hablar cada vez más. Hasta ser un poco más sincero. No solo con ella, también conmigo. Al recordar esto siento un gran impulso a querer contarle aún más. Contarle todo lo que todavía no sabe. Esos recuerdos que siguen doliendo, algunos que me asaltan por la mañana apenas despierto y para los que no tengo escapatoria.
Estoy decidido a comenzar a hablar de lo más doloroso, las partes que me parecen las más difíciles. Esas de las que no hablo con nadie. Las que llevo enterradas hace largos años. Esta vez estoy decidido a cambiar eso.
—Alicia, hasta ahora solo hablamos de los últimos momentos de mi vida antes de llegar acá. De la presión en el trabajo y mi vida familiar. Pero hubo otros momentos muy importantes que sucedieron varios años atrás. Estoy comenzando a darme cuenta de lo importante que han sido. Que debo hacer las paces con mi pasado para poder seguir adelante. Necesito entender porque durante todos estos años he ocultado cosas a los ojos de todos, y también a mis propios ojos. Quiero entender porqué me he estado engañando. Necesito que me ayudes a descubrirlo, por favor. Parece que estoy mejorando y me siento mejor por momentos. Pero no creo que sea suficientes. La verdad es que me siento asustado, de que esto no dure y que yo vuelva a caer. De volver y sentirme como...como cuando tuve el ataque de pánico. Y eso no lo soportaría. Creo que ya no soportaría pasar otra vez por lo mismo.
Termino de hablar casi tartamudeando, con el corazón latiendo a toda máquina y lágrimas en mis ojos. No fue fácil decirlo, pero al terminar de hablar siento un gran alivio. Creo saber que estoy por abrir una puerta que ha estado cerrada por varios años. Logré pedir ayuda y algo está cambiando en mí. Esos pensamientos agolpados, esas ráfagas que me confunden, donde no logro identificar nada de manera clara, todo se calma en este momento.
Me gustaría ser más claro con Alicia y que ella pudiera escuchar lo que pienso en este momento con palabras que salgan de mi boca y lo expresen de forma inequívoca. Aunque eso no será posible, al menos pude decirlo de alguna manera.
De repente percibo algo, un sentimiento placentero que disipa la culpa y que se siente cálido y agradable. No recuerdo la última vez que sentí algo así antes. Es como si pudiera verme desde fuera y sentir compasión hacia mí. Apenas soy consciente las lágrimas se hacen más evidentes y rompo en un llanto sentido sin poder contenerlo. Me llevo las manos a la cara en un intento por ocultarlas, pero sé deslizan por mi cara. Todo ha cambiado, ahora estoy expuesto. Ahora saben lo que siento. Es incómodo aunque liberador a la vez.
Alicia que estaba sentada cerca de mí, me apoya una mano en el hombro.
—Muy bien Julián... Tranquilo...
Intenta consolarme hasta dejar de llorar.
—Gracias por darme tu confianza Julián. La valoró y me esforzaré por ser merecedora de ella. Por su puesto que te ayudaré, es lo único que quiero hacer desde que llegaste. Ahora tranquilo, te voy a dar un vaso con agua y un rato para que te recuperes. Luego podemos seguir si querés.
Tomo el agua, comienzo a calmarme, mi corazón se aquieta. Luego de un largo rato en silencio Alicia vuelve a hablarme.
—Julián quiero hablarte sobre tu libreta, la que trajiste cuando llegaste. Leí algo de lo escrito cuando me la prestaste al ingresar. Algunos textos son muy buenos según mi opinión. Al menos puedo asegurarte que lograste transmitirme lo que sientes con tus palabras, sentí que todo estaba envuelto en un íntimo clima de sinceridad. Estoy segura de que el escribir sería algo muy propicio para vos. Más aún con esas revelaciones íntimas que seguro estás necesitando expresar. No tengo dudas de que te ayudaría a sacar esos sentimientos que llevas encadenados dentro y que están pidiendo liberarse. Eres un ser sensible, alguien con la capacidad de crear y que se puede veneficiar de esas creaciones. Intuyo que en algunas oportunidades has sido demasiado duro y rígido contigo. Te obsesionaste con tus creaciones y las transformaste en una obligación. Luego estas dejaron de tener ese sabor de pasión e improvisación, que se necesita para llevar adelante una creación sin verla como a un trabajo. Que sea una expresión individual, íntima y sin presiones de ningún tipo.
Hizo un silencio y continuó.
—Mira, te quiero proponer algo. Te pido que intentes comenzar a escribir otra vez y no solo con el ejercicio de la mañana. Te voy a dar más libretas para que puedas escribir sin limitaciones. Intentá aprovechar tu estadía acá, el tiempo que tenés, la falta de prisa. Sería muy bueno aprovechar todas estas condiciones para volver a escribir. Escribí de esos recuerdos de la niñez, de los conflictos, las contradicciones, de todo lo que sigue doliendo dentro tuyo. Todo eso que aparece por las noches o por las mañanas. Vi lo que has escrito en el pasado y no dudo en que puedes hacer grandes cosas por vos mismo, si continuas lo que interrumpiste tiempo atrás. Pero es importante que entiendas que esto es solo para vos, escribí solo para vos y para nadie más. La creación puede ser una gran terapia y estoy segura de que te dará resultado.
Termina de hablar y se queda mirándome expectante. Yo pienso en que quizás ella tenga razón. Que esto podría ser una oportunidad para intentar volver a escribir, y ayudarme a sanar. ¿Por qué no intentarlo y tratar de disfrutar un poco del día a día en este lugar?
—Me parece bien Alicia. Me gustaría intentarlo. No puedo garantizar nada, aunque lo intentaré.
—Es lo único que quiero, que lo intentes. El resto no importa, el resto vendrá solo.